Henrietta Lacks: la mujer que cambió la ciencia sin saberlo y sin recibir ningún reconocimiento
- joventutalcoi

- 5 days ago
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Imagina que una parte de tu cuerpo se convierte en la base de miles de investigaciones científicas. Que salva vidas, que revoluciona la medicina. Pero tú no lo sabes. Y tu familia tampoco. Esto le pasó a Henrietta Lacks, una mujer afroamericana que murió en 1951… pero sus células continúan vivas.
¿Quién era Henrietta?
Henrietta Lacks vivía en Baltimore, era madre de cinco hijos y trabajaba en el campo. Tenía 31 años cuando le diagnosticaron un cáncer de cuello de útero. Fue tratada en el hospital Johns Hopkins, uno de los pocos que aceptaba pacientes negros en aquella época de segregación racial.
Durante el tratamiento, los médicos extrajeron células de su tumor sin informarla ni pedirle permiso. No era extraño: en aquel tiempo, los derechos de los pacientes —especialmente si eran negros— no se respetaban como ahora.

El descubrimiento inesperado
En el laboratorio, el doctor George Gey descubrió que las células de Henrietta tenían una propiedad extraordinaria: no morían. Se reproducían indefinidamente. Así nació la línea HeLa (Henrietta Lacks), la primera línea de células humanas inmortales.
Estas células han servido para:
• Crear la vacuna contra la poliomielitis
• Investigar el cáncer, el VIH, la COVID-19
• Probar medicamentos, cosméticos y tratamientos
• Estudiar la genética, la fertilidad y mucho más
Pero… ¿A qué precio?
Henrietta murió poco después, sin saber nada de lo que pasaba. Su familia no descubrió la existencia de las células HeLa hasta 20 años después, cuando científicos los contactaron para hacer más pruebas. No recibieron ninguna compensación, ni reconocimiento, ni explicación clara.
Su historia abre debates sobre:
• Ética médica: ¿Quién tiene derecho a usar nuestro cuerpo?
• Racismo científico: ¿Por qué se hizo sin consentimiento?
• Derechos de los pacientes: ¿Cómo protegemos a las personas en la investigación?
Y tú, ¿Qué piensas?
Henrietta no eligió ser inmortal. Pero su historia nos recuerda que detrás de cada avance científico hay personas reales. Con derechos. Con vida. Con voz.



